Aunque se dijo que los mandamientos andinos eran: No robar, No mentir y No ser holgazán, esto no se corresponde con la verdad. Esos mandatos fueron poscolombinos e impuestos por los sacerdotes católicos y los invasores extranjeros.
Ellos responden a un sólo mandato: PERMANECER ALEJADOS DE LA INTRIGA, mandato imprescindible cuando se convive en comunidad.
Entonces, su único mandamiento es mantenerse aparte de la mentira, de la corrupción y del engaño. Ellos nunca actúan como portadores de testimonio falso y no pueden ser comprados, influenciados u obligados a decir lo que no es.
Siguen la tradición de no mantener conversaciones privadas serias o largas sin que haya otro de ellos presente. Charlas breves, impersonales en público, son, por supuesto, permitidas.
Mantienen la política estricta de no tocar. Ellos no dan la mano ni abrazan. Sin embargo, si alguien no advertido del protocolo inicia tal contacto, ellos no lo rechazan, sino que responden apropiadamente.
Por respeto se ubican a no menos que la distancia de un brazo durante conversaciones. Cuando hablan con hombres y mujeres en grupo ellos dirigen su atención mayormente a los hombres, como es tradicional.
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